En China casi no hay casos de COVID: así lograron los países asiáticos controlar la pandemia

Estamos cerca de cumplir un año desde que se detectó el nuevo coronavirus. Podríamos pensar que mucho ha cambiado desde entonces, pero la realidad es que todo Occidente se encuentra inmerso en una inmensa segunda ola de COVID-19 que no deja de batir récords, y que por desgracia, recuerda demasiado a la primera.

Las cosas son muy diferentes al otro lado del mundo, en cambio. Taiwán lleva 200 días seguidos sin registrar contagios locales, en Corea del Sur la tasa de fallecidos por millón de habitantes es 75 veces inferior a la de Europa, y China no reporta más de 100 contagios en un día desde primeros de marzo.

Podríamos pensar que no debemos fiarnos mucho de lo que digan en países como China, pero las imágenes que llegan desde allí no hacen más que confirmar la situación de relativa normalidad de la que empiezan a gozar. Wuhan, el epicentro de la pandemia, muestra ahora calles comerciales bien transitadas, monumentos abarrotados y vagones de metro a reventar.

¿Qué es lo que han hecho estos países para conseguir controlar el virus tan satisfactoriamente?

Acción, reacción

China tuvo que cargar con ser la primera en enfrentarse y detectar el nuevo coronavirus. La voz de alarma se dio a principios de diciembre. Mientras el resto del mundo se reunía con familiares y amigos para celebrar la salida y entrada de año, en China empezaban a cerrar a cal y canto ciudades de millones de habitantes. Y a medida que iban pasando los días, el número de millones de chinos confinados no hacía más que subir.

Aproximadamente un mes después del estallido del virus, Wuhan y buena parte de la provincia de Hubei se encontraban completamente cerrados. El confinamiento se alargó 77 largos días en la provincia, y dos semanas más en Wuhan. Y esa sí que fue una cuarentena dura; al parecer, en algunas regiones tan solo se podía salir a hacer la compra 3 días a la semana, mientras que otras directamente tenía que hacerse online. Después del estricto confinamiento, los casos reportados nunca superaron la centena.

Casos reportados por China desde el inicio de la pandemia.

En Taiwán la situación se ha mantenido mucho mejor desde el principio. De hecho, en este país no fue necesario decretar confinamientos. El 20 de enero, cuando ni siquiera se habían registrado casos, los colegios se cerraron. A mediados de marzo se impuso una cuarentena de dos semanas para todos los que llegaran de otros países.

El número de casos totales que se han registrado en Taiwán desde que comenzó la pandemia es de 568; en España ya sumamos 1,26 millones de casos, y cada día la cifra sube a ritmo de decenas de miles. En Taiwán, el día que más casos se registraron fue a mediados de marzo, con solo 27. En España, la cifra más alta se alcanzó hace unos pocos días, a finales de octubre, y fue de 25595.

En Corea del Sur las medidas empiezan a relajarse; los estadios deportivos ya pueden empezar a recibir espectadores, por ejemplo. Al principio de la pandemia su estrategia se basó en una ambicioso proyecto de detección masiva de contagios, en un intento de detectar posibles asintomáticos.

Ahora que sabemos que los positivos que no presentan síntomas probablemente sean la clave de la expansión del virus, los tests masivos son una de las mejores estrategias que los países pueden aplicar. Y si no, que se lo digan a China; en mayo hicieron tests a toda la ciudad de Wuhan (que cuenta con 11 millones de habitantes), y hace unas semanas hicieron lo mismo en Qingdao (de 9 millones de habitantes) después de que se detectara un brote de 9 contagiados.

La rapidez con la que actuaron estos países fue clave para detener la expansión de la pandemia en ellos. Cuando en España quisimos empezar a frenar la curva, esta ya se alzaba a un ritmo vertiginoso. Los casos y muertes siguieron aumentando exponencialmente hasta unas semanas después de decretar la cuarentena nacional.

La experiencia de estos países asiáticos con los brotes de los coronavirus SARS y MERS, del 2002 y 2012, probablemente fue lo que les permitió actuar rápida y contundentemente. Cuando el nuevo coronavirus apareció, ellos todavía tenían en mente la posibilidad del estallido de una nueva pandemia; en Europa, en cambio, ya casi no nos acordábamos de la pandemia de Gripe Española que nos azotó hace 100 años.

La tecnología, la gran aliada

No solo de confinamientos y tests va la cosa. Estos países supieron sacar partido a la mayor herramienta del siglo XXI: la tecnología. Y aunque es difícil cuantificar cómo de efectiva resultó su aplicación en la desaceleración de la pandemia, me inclino a pensar que tuvo mucho que ver.

En Corea del Sur, los SMS que el gobierno enviaba sin parar a los teléfonos de sus habitantes fueron clave en los peores momentos de la pandemia. Park, una ciudadana coreana de 26 años, relata cómo recibió el primer mensaje el 27 de febrero, en el que se alertaba de que una mujer de 29 años que dio positivo había visitado el distrito en el que ella reside unos días antes. En el SMS se instaba a visitar la web de información local.

Con respecto a la mujer que había dado positivo, en la página web «se especificaba a qué hora y en qué restaurante había comido, a qué tiendas había entrado e incluso el número del autobús que había tomado».

El teléfono de Park, como el del resto de coreanos, pronto se convirtió en una fuente de pitidos y vibraciones constantes, el receptor de cientos de «zumbidos enervantes» que alertaban de los movimientos de ciudadanos que habían dado positivo.

Cada contagiado era entrevistado uno por uno. En base al relato que contaban, los registros de sus tarjetas de crédito e incluso las ubicaciones GPS almacenadas en su teléfono, las rastreadores podían trazar la ruta que el positivo había seguido en los días anteriores. Después de conocer sus movimientos, incluso se revisaban las grabaciones de las cámaras de los sitios por los que el individuo había transitado; «tomó un taxi sin mascarilla», llegó a alertar uno de los mensajes.

Más tarde, el Gobierno coreano tuvo la idea de potenciar la estrategia de rastreo con el sistema «Smart Cities» basado en el Big Data que el Ministerio de Transporte ya operaba. Recopilar manualmente toda la información referente a un positivo implicaba perder un valioso día entero; con la plataforma digital unificada, el proceso se completaba de forma automática en 10 minutos.

También en China la tecnología ha tenido un papel importante. Los habitantes del país ya estaban acostumbrados a tener que ceder datos privados a las autoridades, y la pandemia no ha hecho más que empeorar la situación.

A través de fuentes que no están nada claras, el Gobierno asocia a cada ciudadano chino un nivel de riesgo de COVID. En el nivel verde, el individuo puede moverse con normalidad. En el amarillo, es necesario complir una cuarentena de 5 días. Finalmente, en el rojo, es obligatorio guardar una cuarentena de 14 días.

La estación de tren Hongqiao de Shanghai, el 2 de octubre de 2020, durante los desplazamientos de la Semana Dorada China.

Cada ciudadano tiene asociado un código QR que está relacionado con su nivel de riesgo y que las autoridades pueden leer para impedirles el tránsito si es necesario. Además, para entrar a sitios públicos como el metro o el cine, es necesario identificarse a través del código personal.

China lleva tiempo experimentando con el reconocimiento facial. En el país existen millones y millones de cámaras de videovigilancia que permiten detectar infracciones y localizar delincuentes. Al bajar del metro de Pekín una cámara te escaneará para reconocer tu identidad y medirte la temperatura. Si por casualidad tu temperatura corporal es superior a la normal, todos aquellos que iban cerca de ti en el vagón recibirán un SMS alertándoles de que han estado en contacto con un posible contagiado.

Por si todo esto fuera poco, el sistema anti-virus de vigilancia y rastreo también parece conectarse con la policía.

Una mentalidad de acero

Lo que caracteriza a los que habitan los países asiáticos es la mentalidad. Ya sea por la forma de ser de los ciudadanos o por el carácter autoritario de los gobiernos (o por una mezcla de los dos), los asiáticos miran más por el bien común que por el individual. Están dispuestos a seguir cumpliendo restricciones, entienden que es necesario ceder sus datos privados y confían en las autoridades para acabar con el virus.

La satisfactoria estrategia con la que el Gobierno coreano logró controlar la pandemia le ha garantizado el triunfo en las elecciones que se celebraron hace unos meses.

En países como el nuestro, la cosa es muy diferente. Cuando la pandemia comenzó a extenderse en España, podía distinguirse entre la población un sentimiento generalizado de miedo. La gran mayoría de los españoles acató sin rechistar el confinamiento y las restricciones que se impusieron en marzo y abril. Pero el miedo acabó pasando, y aunque todavía aceptamos (a regañadientes) ponernos la mascarilla, muchos ya no están dispuestos a seguir limitando sus salidas y reuniones.

¿Cuántos españoles confían en el Gobierno (o en nuestros políticos) para detener la pandemia? ¿Acaso los españoles pueden confiar en ellos mismos para controlarla? Si no fuese por la vacuna, creo que todavía nos quedarían años y años de convivencia con el virus.

Javier Vilela Martín

Soy un estudiante de Medicina interesado en ciencia, tecnología y ficción. En este blog escribo sobre temas como esos y sobre cualquier otra cosa que me llame la atención.

Un comentario en «En China casi no hay casos de COVID: así lograron los países asiáticos controlar la pandemia»

  1. Javi, ahora espero un artículo más científico sobre el virus. Haces buena labor de investigación, vete más lejos, en la misma línea, pero explícanos algo más de la enfermedad, de la transmisión del virus, de la evolución diagnóstica de la enfermedad y la modificación de protocolos médicos…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Volver arriba